domingo, 26 de junio de 2016

Morir en exposición o en la intimidad

Hace mucho que no escribía, y de repente algo vi que me dejo un sabor amargo. Intentando comprender me resultó imposible no escribir, en mi necesidad de desentrañar el rompecabezas de sentimientos encontrados.
Voy al punto, ayer en mi Face book, vi de reojo la foto de una monja Carmelita argentina que murió hace un día, la foto llamaba la atención por la sonrisa impactante, los ojos cerrados de negras y largas pestañas, realmente no parecía una muerta, pero saber que era una muerta me produjo algo atávico, la necesidad de mirarla, con un placer y un rechazo mezclados, hipnótico.
Lo dejé pasar, y horas más tarde, en un chat por wasap, de un grupo de amigas, alguien subió un post donde aparecía un video, también en FB, de la vida, o agonía de esta joven monja de 43 años, que murió de cáncer de lengua, y el video mostraba su convalecencia en un hospital, su quimioterapia, la compañía de otras monjas y su familia, creo que el hermano subió y compartió el video, son imágenes de sus últimos días hasta la hipnótica foto de su sonrisa de muerta.
Vi el video, y ahí al terminar de ver las imágenes, el gusto amargo que me dejo, me hizo pensar qué me había pasado, ¿se suponía que debían darme paz esas imagines? ¿Porque tenía que ver yo la enfermedad y muerte de alguien ajeno a mí, por más monja carmelita que sea y yo católica creyente? ¿Qué me pasó que me llevo a ver esas imágenes? ¿ Me atrapó el morbo?
No lo sé, no sé por qué lo hice, tal vez si por morbo, y no me gusta haber caído en él, no me gusta haber sido testigo de una muerte y su anterior enfermedad, por más que se suponga que estaba feliz de morir sufriendo por Cristo, porque no lo entiendo, porque he visto el dolor muy de cerca, la entrega ante la muerte, y esto me pareció demasiado expuesto.
Leí al respecto un artículo escrito por una psicóloga donde se planteaba hasta qué punto hay límites en lo público, lo privado y la intimidad, y este hecho me lleva a plantearme ¿dónde está el límite en mostrar algo tan íntimo y privado como el momento de morir?, ¿me sirve a mi como católica, o creyente, ver esas imágenes?, cuando algo dentro de mis entrañas  se remueve y me dice que quiero vivir, y que la vida no debe ser un martirio, que Dios no pidió nunca mártires, no leí en la Biblia que Jesús haya dicho sufran torturas en mi nombre, que vivir es ya lo bastante duro y que realmente vivir felices con y a pesar de los dolores es un verdadero desafío y prueba de “santidad”.
¿Hasta dónde es posible entender que las redes sociales nos exponen públicamente, aunque no lo deseemos y después no lo controlamos?.¿Dónde está el límite entre lo privado y lo íntimo?, ¿hemos perdido la dimensión de ello? ¿O el morbo es más atávico y poderoso y nos enreda en un melodrama de resignación y martirio cristiano y ahí ya deja de ser íntimo y privado y tiene que ser público, aunque sea puro morbo?
La verdad, no sé cuál es la respuesta, solo sé que ver esas imágenes no me dejó paz, me chocó el alma, me queda el regusto de una exposición indebida. Quiero creer que, en medio del dolor de la pérdida, y en la búsqueda de encontrar un sentido hayan expuesto así la enfermedad y la muerte de alguien, que sus intenciones fueron mostrar un ejemplo de no sé qué. 
Morir en paz es un regalo de Dios, y he visto a alguien morir en paz, sin aspavientos, íntimamente, sin exposición, he transitado el dolor de esa muerte sin vergüenza, sabiendo que es parte de la vida, que algún día me tocará, que morir joven no es lo más esperado, pero pasa, a todos nos toca vivir alguna vez en la vida una muerte joven, por eso no creo que nos dé derecho a exponer sin pudor el momento, por más buena intención que se tenga, el morbo nunca es bueno, no construye, deja inquietud, no paz.


sábado, 12 de marzo de 2016

DE USOS , ABUSOS Y OTRAS HIERBAS

No he podido escapar a la musa loca que me taladra la cabeza hace una semana, me ha llenado de ideas, hechos, cuentos, asuntos míos y ajenos, y en vez de cabeza siento que una maraca me bate ideas al ritmo de salsa.
He pasado una semana fatal, me agarré una gripe de verano, y me volteó en la cama 3 días, en los cuales me sentí la persona más miserable del universo, la fiebre me tenía a mal traer, tenía pesadillas espantosas, obsesivas de las cuales era imposible escapar y cuando estaba despierta me dolía tanto el cuerpo que me sorprendía que el dolor pudiera ser tan largo, tan ancho, tan yo.
Me leo y me digo, sos exagerada Trudi, pero en ese momento lo sentí tan intenso que agradecí a Dios que fuera solo una gripe, de solo pensar en aquellas personas que conviven con el dolor físico permanentemente se me caían las lágrimas, por ellos y por mí.
Y así pasé la fiebre y me sentí mejor, y acá estoy, tratando de complacer a la musa loca que me persigue, pidiendo por favor que la libere de tantas ideas porque si no explotamos las dos.
Un tema que me perturbo estos días, y en realidad lo ha hecho siempre pero en estos últimos tiempos se ha presentado de manera real y contundente, el tema del abuso sexual, de golpe me azotó el alma cuando oí historias terribles, y lo peor cercanas a mí, el abuso de niños por parte de algún miembro de la familia o un conocido cercano, de corazón pensé que eso solo pasaba en las películas yankees, a otros en otros mundos, me sentí mal conmigo por ser tan ingenua, y aun siento un dolor sordo y rebelde por esos niños abusados, por los secretos guardados, por los padres desentendidos.
No puedo ni imaginar el horror que ha de sentir un niño que sabe que le hacen algo malo, que no le gusta o no entiende y le cuenta a los padres y estos no le creen, lo niegan, la desprotección debe de ser devastadora, una herida sin nombre.
Comprendo la negación ante algo horrible, pero no comprendo negar lo que daña a un niño, no sé cómo se sale o se sigue con algo así.
Me di cuenta que ese tema me conectó con la parte más vulnerable de mí, de esa niña que tengo adentro, he sentido el dolor de la desprotección y me afectó mucho, y tuve que decirme a mí que no soy indefensa, que no van a abusar de mí, que puedo cuidarme…..
Y me pregunté ¿ cuándo somos cómplices de abuso?, o ¿cuando cometemos abusos, o cuando somos sometidos a ello?. Yo abuso de mi cuando estoy cansada y no me oigo y me exijo hasta agotarme y me hago daño, también abuso con la comida, he aprendido desde niña a que la comida sea mi refugio, y abuso de ella cuando me siento mal y en realidad abuso de mí.
Me acordaba de las relaciones toxicas de mi vida, de aquellas que en un momento determinado elegí cortar, tomar distancia, cuando comprendí que me sentía abusada, en mi paciencia, en mi buena voluntad o en mi dignidad, y veo con alivio que algo he aprendido en los últimos años, y es que tardo menos tiempo en darme cuenta cuando me siento abusada, y puedo cuidarme mejor y poner un límite.
No sé qué será de la vida familiar de las personas que sufren o son cómplices de abusos, si sé que me parece terrible, que ruego a Dios no vivir de más cerca una situación así, aunque si lo pienso bien, tengo cerca más situaciones de las que quiero ver y ante las cuales me he sentido impotente, situaciones de violencia física, y lo peor es que veo que es algo que todos tapan, tratan te cubrir los baches, que las víctimas sufran un poquito menos, pero no intervenimos, no se debe, no se puede…………..hasta que es demasiado tarde???





martes, 1 de marzo de 2016

De amigos y caminos, de pérdidas y encuentros; de desencuentros y otras cosas

la pérdida de un amigo

Presa de un profundo dolor,
envuelta en una maraña de tristeza
de un tiempo a esta parte
camino desolada
un sendero de piedras y espinas,
árido, duro, a pinchazos puro.

El dolor me envuelve, me inunda,
Me confunde, me quita los pies
Me tira de rodillas
Y cuando muerdo el polvo y me clavo espinas,
Comprendo, aun sigo en pie
No estoy caída, estoy dolida.

En este trecho del camino, he perdido a mi amigo, a mi compañero,
Lo perdí y no lo encuentro,
Lo he buscado, llorado y gritado
Y solo he hallado el eco sordo de mi llanto en las piedras.
Aun no entiendo el vacío que su ausencia me ha dejado,
Aun me revelo y busco
Y escarbo y me agrieto
Y así solo mas espinas.

Me siento perdida, no se como se sigue sin su compañía,
Sin la calidez de su apoyo, sin su escuchar lento y amoroso,
No se como se sigue sin su amor desinteresado,
Resplandeciente, amado.

Su presencia en mi vida era un bálsamo,
Un andar silencioso, cálido, acompasado,
Un hombro en quien reposar, una sonrisa,
Sincera, respetuosa, amante.

Extraño su capacidad y coraje
Para verse a si mismo,
Extraño crecer a su lado.
Extraño su mirada respetuosa y admirada
Las charlas largas y armoniosas.
Compartir momentos, días y vivencias,
Compartir un canto, una brisa, una risa y la lluvia.

Pero por sobre todo extraño
Los abrazos que le daba a mi alma,
Eran espacios donde comprenderme
Espacios donde acomodaba, susurrando
Mi vida en rompecabezas. Y la paciencia amorosa,
Madre de ese espacio y el abrazo calmador a mi alma dolida




He perdido a mi compañero
Mi carro se tambalea en su eje
Me ha dejado un vacío
Me ha dejado tuerta
Que hacer?
Seguir, dormir o morir?


 21 de noviembre de 2012


MI carro se acomoda, ha vuelto mi amigo, estaba ahí nomas, un poco perdido,
Nadando sus aguas tumultuosas,
Hoy somos dos carros que tiran al mismo destino
Hoy andamos juntos, recorriendo caminos…..

1 de marzo 2016










sábado, 20 de febrero de 2016

TRUDI NO SE VA



El regreso de Trudi.
De nuevo estoy de vuelta…… después de larga ausencia…..Como dice una canción de mi tierra, no me fui!! No, solo me tome unas largas y necesitadas vacaciones.
El año 2015 fue largo y dificultoso, y muy bueno, no me puedo quejar. No soy la misma Trudi que empezó este blog hace un año y medio atrás, he crecido, madurado, fortalecido. Cada lágrima derramada fue una marca en el camino, no cayó en vano, miro atrás y de cada una recojo un fruto, ellas fueron fértiles. Las hubo amargas y dulces, felices y tristes, de emoción y de rabia, de alegría y frustración, y por sobre todo no fueron vanas .
No me ocurrieron grandes cosas, fue el trajín del día a día lo que me costó, mi trabajo en este país donde la inflación te come a dentelladas, que si no estás con todos los sentidos alertas te descuidaste un segundo y ya estás trabajando gratis ,ademas debiendo al fisco. Ahí aprendí que nadie me va a cuidar mejor que yo, ni mi contador ni mis socios, que ser responsable de mi es ser responsable de todo y que no se cae el mundo si me planto firme y digo basta y hasta aquí llegue y mi trabajo vale tanto como yo creo y creo que vale mucho porque es mi esfuerzo.  todo eso me costó un PERU aprender, y cuando lo logré me sentí bien. Obvio, después del cimbrón me enfermé, habían sido tal la tensión y energías puestas en pararme de pie y reclamar con voz firme que después me caí, pero solo para retomar fuerzas, el cuerpo es sabio, dijo basta, cerro las cortinas, toco fondo, junto fuerzas y me elevó al siguiente estadío.
De eso se trata la vida, al fin y al cabo, no? Del día a día, del paso a paso, de crecer, y en este punto miro atrás y me siento feliz, satisfecha del camino recorrido, ni loca volvería a los 30, tengo 45 y no cambio mis arrugas, ni canas, ni peso extra por esta serenidad, esta madurez, este gozar de mí, de la vida. Y este sentimiento surgió palpable el otro día mirando fotos de mis 20 años, de mis 25, de cuando viví en Europa y era un palo flaco y largo, que miraba asustada la cámara de foto con rollos, no me reconocí en esa joven oscura y temerosa, valiente de enfrentar un mundo nuevo, aguerrida al extremo, de viajar y moverme sola, habiendo salido de un cascaron, ahí vivía yo, como bien decían mis amigos de la universidad,
Hoy me miro en el espejo y las canas han dado luz a mi cara, las arrugas han relajado mis mejillas, la sonrisa se me afloja y los ojos se me han vuelto enormes!!!
Sera también por qué parte de las dificultades del año pasado fueron aprender a expandirme, a abrir mi corazón, a querer mis sombras, aprender de quien me hizo daño y comprender que yo también lo cause, y me dolió aceptar y saber que sí, soy capaz de hacer daño. Y eso no me gustó aceptarlo y lo voy digiriendo, aun me cuesta, debo confesar.
Aceptar, creo que ya alguna vez escribí sobre la aceptación, aceptar la realidad, y suena tan fácil, se escribe tan fácil, y es tan pero tan difícil, sino pregúntenle a la ex presidenta de mi país, que por no asumir la realidad esta se la llevo puesta, se la comió cruda, a ella, que se llevaba el mundo puesto a puro grito y provocación, a puro redoblar la apuesta.
De Ella también aprendí, a justamente eso, ver la realidad, aunque no me gustara, a ver como la acepto, como la vivo lo mejor posible. Y saben? Lo peor fueron los días antes de las vacaciones, sentía que ya no daba más, que quería mandar todo al carajo y un día vi que faltaban 21 días para tomarlas, y me dije, o las tomas ya o vivís bien estos 21 días porque es una tortura, y no sé cómo, les juro que no lo sé, pero llegue entera al día 22 y descansé.

Bueno, acá sigo, despuntando el vicio, extrañando este fluir de las letras, esta necesidad de expresarme, el vértigo de no saber si alguien me lee, la esperanza de compartir e intercambiar, la necesidad de poder volcar en palabras las ideas que parecen desordenadas en mi cabeza y se ordenan por arte de magia cuando pulso cada tecla.
Inicio un nuevo año, un nuevo ciclo en mi trabajo, con metas nuevas bajo el brazo y la alegría de un comienzo, así que allá vamos…..
Trudi





miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL DIA DE TODOS LOS MUERTOS


En estos días, por mis tierras, se ha hablado de un ritual importado de otras latitudes, producto a mi entender de la colonización cultural de Hollywood en América latina, y nuestra poca capacidad de filtro para hacer propias cosas ajenas. Me refiero al Halloween, que no sé de qué se trata ni me interesa, si me interesa que acá el 2 de noviembre se celebra el día de los muertos, y para celebrarlo hay costumbres muy antiguas que vienen de la época precolombina y que se han sincretizado, pero ese tema tampoco me interesa tratar acá, quiero hablar de mis muertos.
Quiero hoy recordar y homenajear un grupo de personas que ya no están físicamente pero que aún caminan por las calles de la memoria de mi pueblo.
Mi pueblo es pequeño, en las laderas de los cerros de un amplio valle, se ha quedado detenido en el tiempo, con su vida rural marcando el ritmo.
Frente a la plaza cercada de piedra, estaba la heladería de “don Pepe”, era una habitación austera pintada de rosa, con muebles de fórmica. Paseo obligado, desde que tengo uso de razón, después de la misa del domingo, a tomar un heladito. La especialidad era el helado de mango, no he vuelto a probar un manjar igual, se murió don Pepe y se llevó la receta a su tumba junto con la Heladería y sus helados.
Recuerdo particularmente, los ojos oscuros y amables de don Pepe, de ascendencia árabe, llevó a ese pueblo colonial la delicia de sus helados, tan sencillos y ricos. Había solo cinco gustos, frutilla, limón, vainilla, dulce de leche y mango cuando la temporada lo permitía.
Asocio esa Heladería al recuerdo de mi abuelo y mis padres, ya que el ritual de tomar helado a la salida de misa lo viví primero con él y luego con mis padres y mis sobrinos mayores llegaron a vivirlo. No sé si eran tan ricos como los recuerdos, eran el gusto de estar todos los primos juntos sentados en la pirca de la plaza haciendo competencia  a quien le duraba más el fresco gusto antes de derretirse o engullirlo, era la niñez y la inocencia, la alegría de solo estar ahí, la emoción de un premio, una cosquilla en la panza.
Hoy Don pepe no está, su Heladería se fue, solo queda en mi memoria, quiero decir aquí, ahora, ¡gracias por los dulces y frescos momentos. ¡
En mí recorrido por el pueblo, echo de menos a Paulino, él era puestero de mi abuelo, puestero se dice de quien cuida vacas en el cerro. Era un gaucho de verdad, alto, blancote, de pelo abundante y castaño, con pocos dientes,  pocas palabras y una sonrisa tan indescifrable como la de la Mona Lisa.
Recuerdo largos recorridos a caballo, tras el rastro de alguna vaca arisca perdida en medio del monte, su silencio era atento, en algún momento con la ayuda de sus miles de perros flacos, chiquitos y feos, seguro que las encontraba.
Las pocas veces que Paulino hablaba, todos callábamos, para que eso ocurra se daban ciertas circunstancias especiales, poca gente, un asado rico y que haya corrido mucho vino, éste le soltaba la lengua y para delicia de todos brotaban las historias. Así como si nada la Viuda Negra cobraba vida, se había sentado en las ancas de su caballo una noche de tormenta. El ruido de la caja del diablo, tamborileando para el carnaval, inundaba las noches de verano. El Ucumar (dios de la mitología andina) que andaba por los altos cerros cerca del límite asustaba a los cuatreros. Los cóndores y pumas que se robaban terneros aparecían asustando a los niños, y las ánimas que llamaban de noche a los gauchos en las solitarias vigilias bajo las estrellas nos ponían los pelos de punta…..
Y un día también Paulino se fue, buscando alguna vaca astuda y mala por la senda de la las estrellas, llevando consigo en su lengua muda una millón de historias perdidas. Si la muerte de Paulino dejó un vacío en el pueblo, en la finca, en mi vida, las generaciones que me siguen no lo conocerán, o tal vez un poco por estas líneas, por eso creo que recordar a los muertos no es malo, es bueno, son nuestra memoria, nuestras raíces.
Paulino tenía mujer, más callada que él, Doña Cata, que debe haber sido una belleza gringa de la zona, agriada con los años,hacía los quesos más sabrosos con las leches más magras que las vacas astudas y malas de la finca daban. Sus bollos de grasa en horno de barro y el dulce de membrillo, su recuerdo me aguan la boca en este momento. La cabeza guateada que hacían con Paulino no tenía competencia en km a la redonda. No, no era una mujer amable, pero a la distancia y con los años puedo valorarla en su sencillez y trabajo, era hacendosa, sufrida, rumiaba en silencio sus desventuras, o eso me imagino yo.
Recuerdo con particular devoción un episodio, un sábado llegamos a la finca y Paulino y doña Cata no llegaban, en su casa no estaban y los esperamos en el monturero. En eso llegan los dos, caminando, tímidos, incomodos, y entendimos el motivo al acercarse. Venían con la cabeza rebosante de rulos !!! Les habían hecho la permanente!! Su hijo, un gaucho duro y rudo había decidido hacerse peluquero para ser moderno, y probo en la cabeza de sus padres sus habilidades, en un sinnúmero de rulos duros y brillosos que no se asentaban con nada, que eludían el sombrero y cualquier otro adminiculo para taparlos. La cara de desconcierto, como si llevaran un monumento en sus cabezas, impidió que la risa se escapara de nuestras gargantas y seguimos como si nada, ayudando a pasar desapercibidos los ostentosos rulos indomables.
Otro personaje entrañable de mi vida fue Don Armella, el panadero del pueblo,  llegaba a la finca en una camionetita del año 1930, con sus canastas de pan,  de niños lo esperábamos en la tranquera a las ocho menos cinco en punto para poder subir prendidos a los guardabarros la cuesta hacia la casa de mis abuelos y recibir cada uno de los 11 nietos que en ese entonces estábamos ahí la recompensa de una deliciosa tortilla, que con los años nos enteramos le cobraba a mi abuela religiosamente. Recuerdo el sombrero y la nuca de don Armella, su figura chiquita y esmirriada, acorde con el autito sacado de un cuento, parecía un duende. Y nunca volví a sentir la emoción de subir a una velocidad desenfrenada la cuesta que nos parecía el Everest a los 7 años, a 15 km por hora, se nos volaba el alma, era puro goce.
No puedo seguir escribiendo mas, esta emoción agridulce me ha dejado el alma porosa. Este homenaje recuerdo ha desencadenado muchos sentimientos, no quiero llorar, solo recordarlos con cariño, con alegría, y dejar testimonio de su paso por mi vida, son mis memorias, mis raíces, mis muertos, y por ellos encenderé una vela y diré una oración por sus almas que están en la gloria.


domingo, 18 de octubre de 2015

Cuando un árbol muere, se va un amigo







Cuando un árbol se va……..

Y si, no hay dudas, es una obviedad, cuando un árbol se va queda un espacio vacío…. Y tarda mucho tiempo en llenarse ese lugar de nuevo.
Hace unos días, en el lugar donde vivo por esas cosas de la naturaleza inclemente corrió un viento huracanado con ráfagas de hasta 140 km/ h, que no es habitual en estas regiones.
Ese viento destrozó de un brutal ramalazo un ceibo centenario que crecía en el parque de la casa de mis padres en la finca familiar, el ceibo es un árbol de gran envergadura que florece en primavera con unos racimos rojo furioso, a los que llamamos gallitos por el parecido que con ellos que tienen. El ceibo es l débil, ya que su tronco de madera blanda y esponjosa se pudre fácilmente con la humedad de la temporada de lluvias. Este ejemplar había resistido demasiado.
El ceibo del que hablo, era una presencia viva en nuestra familia, ocupaba su lugar por derecho propio, no lo había plantado la mano del hombre, estaba ahí antes que nosotros llegáramos a su mundo.
Era un punto de referencia, si jugábamos de más chicos era adelante o detrás del ceibo, ya de más grandes nos sentábamos en las tardes de verano bajo su sombra en un banco de plaza que mi madre había puesto allí. Fue testigo mudo de largas conversaciones románticas, políticas, profundas y vanas, familiares.
 Se erguía al fondo del parque, dominando el paisaje con su copa frondosa, llamaba la atención sobremanera que en una de sus ramas había crecido una tuna, si, una tuna que cada año aumentaba sus pencas, era asombroso, ya que las tunas crecen en tierras arenosas y mas cálidas, y estaba allí muy oronda viviendo de la generosidad del ceibo.
Ayer cuando fui a la finca a ver unas cosas, se me cayó el alma al suelo cuando mirando hacia el sur me di con que ya no estaba, él se había partido dolorosamente por la mitad, el viento lo había quebrado, desguazado, hecho trizas, yacía desparramado en pedazotes sobre la ladera de la cañada.
Sentí un profundo dolor, un dolor de muerte, y me despedí de el con lágrimas en los ojos.
El no murió de pie, la tempestad del viento lo volteo, aguantó con nobleza el paso de los años, tenía más de cien, por el diámetro de su tronco, estaba enfermo, la lluvia había penetrado su interior horadándolo, era un gran tronco hueco, se sostenía en realidad a pura voluntad. Nos regaló hasta esta última primavera sus hojas verdes brillosas y unos pocos gallitos.
En estos días de vientos y movimientos por estas tierras, vi en la imagen del árbol caído una metáfora de la vida, el fin de un ciclo. Los vientos tienen esa cosa de catástrofe y de limpieza al final, se llevan con ellos lo que ya ha concluido, las ramas secas, las hojas muertas, las estructuras viejas, nos sacuden, nos ponen en crisis y lo que sobrevive lo hace más fuerte.
Al pie del viejo ceibo el año pasado planté un Palo borracho, un árbol característico de estas tierras, que tiene una flor preciosa como una orquídea, evidentemente ya presentía en mi alma vegetal que la vida de mi amigo iba declinando.
Y ahí está, uno tenía que morir para dar lugar al otro, el Palo borracho es pequeñito, tiene dos hojas, aun el tronco viejo lo protegerá de las heladas para que logre llegar a otra primavera. Es como la memoria y la experiencia de los padres y abuelos están ahí para protegerte aun cuando ya no los veas.
Este es mi homenaje a ese ceibo emblemático y familiar, lo voy a echar mucho de menos, ese paisaje ya nunca será  el mismo, con él se fue una parte de mis vivencias, muchas vidas vividas bajo su sombra, se llevará a la entraña de la tierra murmullos y secretos, palabras de amor y de tristeza.
Cuando menos lo espere me dejará oír en el viento sus hojas charlando, y  en las noches de luna llena volverá en la sombra del recuerdo su silueta negra y fuerte traída por los rayos blancos de la luna y el palpitar de las estrellas……

T.C. Octubre 2015



jueves, 24 de septiembre de 2015

LA PRIMAVERA Y YO, un romance complicado......

Septiembre, por este hemisferio la primavera aparece, se derrama, se desliza, cambia el paisaje de repente y se pinta de color.


Amo la primavera, y me incomoda toda ella, en su belleza, en su magnificencia y en sus cambios tan abruptos. Por eso vivo en permanente conflicto, es una real y verdadera relación patológica de amor y odio, mal con ella, mal sin ella.
En realidad ella no tiene la culpa de nuestra relación desafortunada, es que a mí los cambios me cuestan, y ella es cambio, continuo, permanente, es el símbolo de todo eso, y yo la admiro, pero me rompe los esquemas!! 
Todo es inestable en esta época del año en mi lugar, las mañanas son heladas, los mediodías tórridos, las noches frescas, el viento arremolina el ambiente, la luz y el aire se cargan de polvo y le dan a todo una reververancia mágica y molesta, preciosa al amanecer o atardecer, pero cuando he trabajar o manejar el auto, esa luminosidad me vuelve loca; y esa misma luz me deja extasiada al crepúsculo, cuando el aire se ilumina y el paisaje se vuelve una obra maestra.
En esto de los cambios, ella me sobrepasa, con una rapidez asombrosa le va ganando poco a poco y cada día más lugar al invierno, aun sin lluvia, las copas de los árboles son sus banderas, indudables flamean al viento sus hojas nuevas, lustrosas, brillantes, y en medio del polvo circundante clavan su estaca y se hacen fuertes, son primavera.
A mí, esto de no saber que ropa ponerme para salir a la calle, me pone incómoda, me gusta tener todo bajo control, (jejeje, como si eso fuera posible) , o al menos saber que si me puse medias y botas no voy a sufrir de tortura toda la mañana por que a la señorita se le ocurrió elevar su temperatura 20 grados centígrados en una hora, y mi otro drama estacional, ¿cuando guardo los gordos sacos de invierno y saco sandalias y blusas livianas?? ¿Cuando? ya que ayer use mi campera y medias y hoy tire todo por la borda muerta de calor, y ¿mañana que será??
Me retiro en mi lugar de descanso, y miro al poniente, observo el árbol que esta frente mío, el que me da el tictac de la primavera, el que marca su paso, siento una emoción intensa surgirme en las entrañas, siento su savia burbujeante, siento ganas de volar, de ser esos pájaros alborotados que a las 6 de la mañana me despiertan tan contentos y no mato de un hondazo porque estoy adormilada, y los redimo, o ellos lo hacen por mí, y por un rato el espíritu de ella, me inunda, me habita, me dejo llevar por el caos de mil células creciendo, cambiando, proyectando, y ahí, ahí, en ese momento único, me trepo al ala de algún sueño dormido durante el invierno, y es ahí justo, cuando empieza a salir al mundo, a querer ser real, y hago mío el empuje del cambio, la necesidad de él.
Tengo una hermana que ama lo nuevo, la admiro, no tiene miedo al cambio, cualquier tema novedoso la atrapa, se viste a la última moda, cuando ella deja de usar algo por anticuado yo me lo pongo y me siento tremendamente fashion, si sale un nuevo dispositivo tecnológico ella al menos lo conoce y ya lo maneja, yo lloré tres semanas cuando murió mi celular con teclitas y sin watsup, y odié por 3 meses el celular táctil!!!
Ella cambió de casa, de barrio, de vida, en un periquete, yo me mude y a los 8 meses recién pude salir de la depresión que significó mudarme de casa!!! Si, ella tiene una ventaja, tiene la ductilidad de la caña al viento, yo a veces me siento un duro tronco de quebracho conservador, que cruje con cada ramalazo de viento.

Ahora que escribo, me veo ante dos maestras, no sé si podré aprender, al menos lo estoy viendo, la primavera y mi hermana, ojala de ellas saque en este momento la flexibilidad de la caña y el vigor de reverdecer con savia nueva, de poder hacer mis sueños realidad palpable, yo también soy sabia, yo también quiero reverdecer, brotar y dar mis frutos…mecerme por un rato al viento…..